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sábado, 9 de mayo de 2015

EL PONTANES MIGUEL CABEZAS, EL EMPRESARIO GASTRONÓMICO DE CASA PEPE DE CÓRDOBA

De familia hortelana, Miguel Cabezas es un pontanés que nació para ser empresario. Casa Pepe, su primer negocio propio, es el resultado de su inquietud como emprendedor, para nada posible si no llega a ser por su esposa, Lola Carmona, y hasta de su hija, María Cabezas. Su primer contacto fuerte con la hostelería fue en la Costa Brava. Córdoba, sin embargo, siempre fue la plaza en la que tenía que triunfar. Su primer paso de envergadura en su ciudad fue el Azahar. Después llegaron Casa Pepe, hotel Lola, Casa Rubio, la Taberna 10 y el hotel El Calabazar de Qurtuba.

Casa Pepe es una nueva versión del histórico negocio que abrió en 1929. El restaurante es además el último uso que se le ha dado a un edificio antiguo que ha ofrecido otro tipo de servicios a lo largo de los siglos. Su actual fisonomía es también el resultado de una serie de reformas que sus propietarios le han realizado. Una de las más notables y destacadas fue la que le hizo Miguel Cabezas en 1994, generando una cocina, equipamientos y salas más y mejor adaptados a los nuevos tiempos. Casa Pepe supuso además la apuesta por la tapa, un tipo de servicio gastronómico muy poco común a principios de la década de los 90.

Hay negocios en el Casco Histórico de Córdoba que son como faros de mar que guían tanto a los propios cordobeses como a quienes nos visitan, una especie de referencias por tan estrechas callejuelas. Ese es, por ejemplo, el caso de Casa Pepe, el restaurante de Miguel Cabezas, un establecimiento al que buscan incluso quienes no son de aquí. Con su propietario comparto generación y un gran amor por la hostelería. Es de esas personas que conocen en profundidad la profesión, pues la han desempeñado en todos sus escalafones, y que también podrían llevarse horas y horas hablando de arduos temas de ciudad. A Miguel Cabezas le gusta mirar atrás. Lo hace casi con nostalgia, pero con la garantía de saber siempre que lo mejor está por llegar. De talante hospitalario y tono jovial en conversación, llegamos a su casa para conocer mejor su persona y, de camino, sondear una nueva opinión sobre la Córdoba en la que nos encontramos.


--Te recuerdo de la época en la que ejercías de maitre de un restaurante vasco de nombre Azahar, hace 24 años, pero ¿estuviste en algún otro sitio?


--Allí llegue gracias a mi amigo Modesto Muñoz, que ahora está en Lanzarote. El habló bien de mí a esta familia. Yo venía de hacerme profesional en Cataluña, aunque anteriormente trabajé los veranos en un bar en el Figueroa. En casa había que echar una mano y mis padres nos trajeron a Córdoba desde una aldea de Puente Genil en la que nacimos. He de decir que soy hortelano, no hostelero. Ahora me he dado cuenta con el paso de los años que lo que nos interesa a los hosteleros es precisamente los productos de calidad, como los de la huerta en la que trabajaba mi familia.


--Cuando hablo de ti y veo tu vida y tus negocios me recuerdas mucho a lo que puede ser el sueño americano para la gente joven. Llegas a una tierra desde cero y con el paso de los años, y después de mucho trabajo, te veo rodeado de gente, empleados, negocios.

--Muchas veces me pregunto que si volviera a 1994 montaría a montar lo mismo y cómo lo haría. No sé cómo lo hice, pero las ganas y la fuerza daba de sí lo que ha dado. Lo que sí puedo decir es si no es por mi mujer, Lola, yo no estaría aquí ahora mismo ni sería lo que soy profesionalmente hablando. Sobre lo que me preguntas del "sueño americano" te puedo decir que tenía muchas ganas de hacer cosas, pero me encontré con que en muchos negocios ya no querían a las personas con más de 30 años. En Azahar confiaron en mí, había buena clientela y cogí las riendas hasta el punto de parecía mío.


--Tus consejos le serían muy útiles a un chaval que está empezando. ¿Qué le dirías?

--A un chaval que empieza le diría que relacionase la formación, la cultura, porque estamos hablando de Córdoba, y la profesión. Hablando de mí te puedo decir que lo que me está ayudando es precisamente eso, relacionarme con la cultura y hacer cosas con la Universidad.



--¿Cómo es la historia de tus negocios?

--En 1994, cuando reabrimos, no éramos conscientes del templo gastronómico que era Casa Pepe. No éramos conscientes de lo que daba de si el sitio ni del Casco Histórico que tenemos. Esta casa nos ha perdonado los errores y ayudado a comprender al barrio. -


-El cambio llega a tu vida con la llegada de tu mujer, Lola.

--La paciencia que tiene la mujer de un hostelero es difícilmente comparable con la de otras profesiones. En la hostelería, el cariño que queremos darle a nuestras familias es muy parecido al que le damos a los clientes. A veces te abrazas con tus clientes como si se tratara de un hermano.


--La mano de Lola se nota en Casa Pepe, no hay duda.

--Lola le ha dado un toque muy especial a todos los negocios hasta el punto de que el decorador acaba trabajando para ella. Tiene una forma de ser y de decir(Diario Córdoba)